martes, 20 de enero de 2015

Lucia Bosé: La signora senza camelie (1953)


Incursionando en una narrativa en apariencia convencional, pese a compartir el crítico metalingüismo de la Bellissima (1952) de Visconti, aquel profeta de los silencios, la soledad y los vastísimos espacios de la incomunicación que por siempre será Michelangelo Antonioni escribió y dirigió en su juventud de autor no reconocido esta pieza aún reivindicable, dentro de la cual la oportuna belleza de Lucia Bosé juega un rol nada menos que central. La inolvidable femme fatale de Muerte de un ciclista encarna a una atractiva mujer cuyos encantos no solamente la convierten en una estrella del cinema, sino también en la presa codiciada de directores cuadriculados y casanovas con hobbies diplomáticos. Finalmente, la pasiva joven advertirá que tendrá que tomar decisiones propias antes de caer en la trampa del desaliento, las forzadas etiquetas y la infelicidad personal, incluso, que la sociedad ha preparado en su honor antes aun de que empezasen los títulos de crédito.


Aunque no sea la intención de Antonioni, es interesante tomar esta desventura del realizador de L’avventura, además, como una propia reivindicación de la belleza femenina en las artes, el cine en particular. Cómo en los fotogramas una mujer hermosa lo es verdaderamente, y, en cambio, cuántas veces nos engañan los sentidos en la realidad exterior. Y cómo, en la irónicamente respetable interpretación dramática de Bosé --el derrotero de cuyo metafórico personaje contiene y refleja, por ejemplo, en cierto momento, a la Ingrid Bergman de Joan of Arc--, el destino de una mujer de ese tipo puede ser el de servir los siniestros antojos de una sociedad que no cree en la belleza como una verdad, sino como una mercancía agotada en los mecanismos del consumo que nos deshumaniza. 5/5