lunes, 2 de septiembre de 2013

Robert Duvall es Stalin


El hombre de acero de la URSS, aquella ilimitada nación diezmada y aterrorizada y asfixiada durante años como siglos, fue en primer lugar un horrible marido, padre y amigo. No estamos refiriéndonos a Superman, por supuesto, sino a Josef Stalin, alguien a quien el calificativo de anticristo parece quedarle todavía mejor que a su par Hitler: por algo aquél asistió a un seminario en su oscura juventud. El actor de actores que siempre ha sido el protagonista de The Great Santini (1979) y The Apostle (1997), “infame” por celebrar el olor del napalm de las mañanas pesadillescas en Vietnam (Apocalypse Now, 1979), recurre para su caracterización de tan diabólica figura histórica a su muchas veces desapercibida delicadeza intelectual, la misma que hizo emotivamente inolvidable su debut como Boo Radley en To Kill a Mockingbird (1962) y un tour de force casi invisible su necesario consigliere de The Godfather (1972). El monstruo inefable que representa en este docudrama de HBO (televisado inicialmente en 1992) es zafio y violento y estentóreo, pero nunca empuña el arma homicida y finalmente cae en la espiral escatológica de sus propios embustes maquiavélicos y sádicos delirios paranoides. Habría que agregar que, no es culpa de la sofisticación de Duvall pero, y no obstante la vocación de veracidad evidente en la producción, este hijo de puta era, fue, mucho peor. Indecible.