lunes, 26 de noviembre de 2012

Johnny Depp en Pirates of the Caribbean: The Curse of the Black Pearl (2003)


A Chelsea Miller

Parece extraño que el admirador que soy del habitual cómplice creativo de Tim Burton haya visto recientemente por vez primera, y por fin, la aventura inicial del Capitán Jack Sparrow, y es un hecho. Pero también lo es que el extraño --siempre atractivamente extraño-- histrión fílmico consiguió con este verdadero blockbuster revienta-taquillas, estrenado hace sólo 9 años, desprenderse para siempre de la etiqueta de bizarro actor de carácter a quien su incomparable, innegable sex-appeal no terminaba de colocar en la A-list, acaso una maldición que el renegado ex ídolo adolescente abrazaba como una causa a punto de perderse. La Academia recompensó a Depp con su primera nominación (¿!), y es que su interpretación no es sólo la mejor razón del global éxito comercial de esta aventura fantástica salida de un parque temático Disney, sino que se trata de una digna criatura --otra más-- en la inquietante galería de personajes de uno de los actores estelares más personales y provocadores de las últimas décadas. Como dato curioso, dejo constancia de haber confundido más de una vez a Sparrow con la Elizabeth de Keira Knightley, siendo la feminidad clave en Depp uno de los elementos enriquecedores que, cuales doblones áureos del tesoro maldito de Hernán Cortez, no podían faltar en un pirata ambiguo y divertido, borrachín y mujeriego, espadachín y fantasmagórico, mortal y entrañable, y quien (deseo creer) a Stevenson le habría encantado conocer. La mujer más hermosa que yo conozco ha querido disuadirme de ver las continuaciones de la movie dirigida por Gore Verbinski; veremos...



viernes, 16 de noviembre de 2012

Gillian Anderson en Closure (2007)


La excelente Gillian Anderson encuentra un adecuado vehículo dramático en este thriller nihilista producido en la Gran Bretaña. Un joven instalador de alarmas inhalámbricas (notabilísimo Danny Dyer) se enamora de una de sus clientes, una atractiva mujer (Anderson) en compañía de la cual será asaltado y desfigurado, siendo ella brutalmente violada, por un trío de degenerados que (inevitablemente) conjuran el recuerdo de la modélica Deliverance. La venganza, premeditada y servida en plato frío, no será por ello menos delectable.


lunes, 5 de noviembre de 2012

Emmanuelle Seigner en Bitter Moon (1992)


Me parece ayer cuando un comercial de la televisión proclamaba la acogida única en salas locales de esta gran película de Roman Polanski, que había llegado para quedarse o eso parecía. Una película sobre el sexo desaforado, el amor peor entendido, y las relaciones de dependencia que forja el destino, y la verdad detrás de las apariencias, y la injusticia en el mundo: en alta mar, un matrimonio británico (Hugh Grant y Kristen Scott Thomas) traba conocimiento con una pareja muchísimo menos convencional, formada por un escritor americano postrado en una silla de ruedas (Peter Coyote) y su joven e imponentemente atractiva esposa (Emmanuelle Seigner) --una experiencia social que cambiará sus vidas. Polanski trabaja sobre un material literario ajeno que transforma en guión y, luego, en visiones de una capacidad perturbadora que llevan su estigma personal como si las hubiera sacado de su propia alma. Todo confluye, como habría declarado con unción revelatoria el novelista inédito del relato, en el personaje central del film, su verdadero descubrimiento: la adolescente belleza de Seigner atraviesa las inclemencias sentimentales más duras imaginables, y las sobrevive como una escandalosa máscara funeraria a punto de mostrar las grietas y resquebrajarse, frágil y desgraciada en su absurda, feroz depredación venérea.