sábado, 24 de septiembre de 2011

Diane Keaton en Love and Death (1975)


Boris Grushenko (Woody Allen) es un soldado ruso infame por su cobardía durante la invasión napoleónica. Convertido en héroe de guerra por casualidad, su obsesión con la muerte y la mortalidad lo sorprenderá en un complot magnicida ideado por su demasiado inteligente esposa (Diane Keaton). El filme, una comedia metafísica, física y verbal como sólo el primer Allen, parece lo que Tolstoi habría hecho de tener una Panavision a la mano y una Karenina como Keaton, quien --en una escena más legítimamente filosófica que cualquier plano del pretencioso Ingmar Bergman de Persona-- lanza acaso la más certera definición del amor y la pasión amorosa jamás escrita en la historia de las películas:



Sin duda una espléndida actriz en una de sus mejores labores de comedianta --ojalá su inspiradísima colaboración con el neoyorkino autor de Manhattan Murder Mystery se hubiese prolongado.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Brando, el pionero

Brando y Everett Sloane en The Men

Todo tiene un principio. La revolución del arte dramático en el siglo XX se originó en las tablas: un 3 de diciembre de 1947, el estreno en Broadway de A Streetcar Named Desire marcó para siempre un antes y un después en el mundo de la actuación. Como era de esperarse, inmediatamente arreciaron las ofertas hollywoodenses. El líder rebelde, lógicamente, se tomó su tiempo. La meca del cine le provocaba cierto rechazo. El título que finalmente eligió para culminar la transformación de todo un medio expresivo sería un filme muy insuficientemente favorecido por la taquilla, razón por la cual su siguiente película, A Streetcar Named Desire (Elia Kazan, 1951), se haría con esa gloriosa responsabilidad. Sin embargo, el debut cinematográfico de Marlon Brando se tituló The Men (1950).

Teresa Wright en una de las mejores escenas del filme

Dirigido por Fred Zinnemann (quien ya había auspiciado la aparición de otro joven maestro de la actuación en las pantallas, Montgomery Clift, y realizaría más tarde cintas de inusual brillo como From Here to Eternity o The Day of the Jackal), el brutal Kowalski del drama de Tennessee Williams se transforma en Ken Wilcheck, el singularmente taciturno paciente de un hospital de veteranos estadounidense durante la II Guerra Mundial. Cuenta la leyenda que Brando erraba muerto de hambre entre las ruinas del viejo continente (Francia, concretamente), cuando los responsables de la producción le hicieron su última oferta --una que el futuro Padrino, afortunadamente, no pudo rechazar. Brando pasó un mes internado en un verdadero hospital de paraplégicos, dando inicio histórico a la búsqueda de autenticidad que sus más conspicuos herederos luego harían notoriamente obsesiva. El resultado fue un debut a la altura de la estrella de cine que llegaría a ser: el más grande actor que pisó alguna vez un set de filmación.

Jack Webb y Brando durante una pausa del rodaje